Llamarlo Inmoralidad sería quedarse corto. Pero lo llamaré así para poder hablar de ello. Ayer asistimos a la vergüenza por la cual un gobierno se ve “acongojado” por sus socios al no cumplir lo pactado. De pronto, el gran estadista, ese que escribe libros en sus ratos libres, que cree ser jugador de baloncesto por sus andares, ve peligrar su parque temático de amor y paz porque sus amiguitos quieren más. Y, es de manual, si cedes al chantaje, el chantajista nunca parará pues ha visto que tiene poder sobre ti.

Los socios quieren que incendiar las calles, los contenedores, mentir sobre una pararrealidad que ellos han creado, hablar de una historia que nunca ocurrió salga gratis. Y yo me pregunto qué educación, qué mensaje estamos enviando si a unos los amnistiamos y a otros los condenamos por los mismos actos.

Como he dicho ya, la corrupción es lo más democrático que estamos viendo últimamente porque afecta a todos los estamentos, todas las ideologías sin ningún pudor. Y pongo un ejemplo sonado: un expresidente de la junta de Andalucía no entra en la cárcel porque está enfermo. Yo tengo un conocido en la enfermería de una prisión por la misma dolencia y se va a morir entre aquellos muros.

¿Cuál es la línea que distingue a uno y a otro si es la enfermedad la que determina la situación?

Creo que, lo que verdaderamente está enferma, es la conciencia de una sociedad que permite que haya seres humanos de segunda.