Muchas veces pienso que las soluciones son mucho más sencillas si soy capaz de discriminar entre causa y efecto. A partir de la tragedia acontecida en Barbate, con la muerte de dos guardias civiles causada por una narcolancha, todo son reproches: pero, sobre todo, suena con el ronco sonido del dolor, la ausencia.

La ausencia de los hijos que ya no volverán. Aquella que no encuentra responsables pues nadie asume nada. La que arrastra a los jóvenes a un futuro ligado al Narco porque el paro juvenil roza el 60%.

Y piensas que es injusto. Pero, como la moneda de cambio aceptada en todo el mundo es la Injusticia, pues se acepta pulpo como animal de compañía. Y es injusto que haya países que han hecho de los estupefacientes un modo de vida posible. Tan posible que encuentra hordas de consumidores de drogas en el norte y el sur de todo el orbe, ansiosos por sentir lo que sólo lo que las drogas aportan a su existencia: una costumbre, un viajecillo…

Y creen, creemos los consumidores (hablo de consumidores en general) que aquello que constituye nuestro día a día construye una normalidad aceptable: se pagan los precios que haya que pagar, pero se mantienen rutinas.

Pero ¿y si no se consumieran drogas? Si te fijas, los aportes a la salud están bastante cuestionados. Por eso, si no hay mata, no hay patata; si no hay consumo, no hay negocio. Pero, como tenemos derecho a consumir lo que podemos pagar, pues casi sería un atentado a la libertad de vivir (¿¿¿???)

En una sociedad en la que ofertamos comida basura en todas sus formas y colores, formulación y fecha de caducidad, hemos incorporado productos para bajar el colesterol, tratamientos para bajar peso, drenantes milagrosos… Parece que, en realidad, no se trata de algo puntual. Es un modo de percibir la existencia por lo que…

Ganarse la vida vendiendo drogas creo que es lucrativo, por lo que se ve en las noticias; pero no parece un negocio del que uno pueda sentirse orgulloso. Perder la vida luchando contra quienes quieren vivir del negocio de vender veneno, tampoco me parece buen plan.

Sigo creyendo, que me llamen iluso, que la propuesta de amar al prójimo como a ti mismo, es mucho más interesante. Más digno. Más feliz.